Actualmente, la obesidad es uno de los principales problemas de salud pública en el país. Esto debido a que es una enfermedad de carácter crónico, de origen multifactorial y factor de riesgo para el desarrollo de otras enfermedades como la cardiovascular, la cual es una de las principales causas de muerte en el país. La obesidad se caracteriza por una excesiva acumulación de grasa corporal debido a un desbalance energético positivo. Las principales medidas que se deben adoptar para el control del peso es una alimentación equilibrada y el hábito de la actividad física.
El sistema intestinal es comúnmente conocido por su función de digestión y absorción de nutrientes. En él se alojan millones de bacterias que destacan en la degradación de la fibra de la dieta, la regulación del almacenamiento de energía y síntesis de vitaminas. Además, actúan otorgando inmunidad al intestino al degradar sustancias tóxicas y previenen la colonización de bacterias nocivas.
Existen factores que alteran la estabilidad y la biodiversidad de las bacterias intestinales como los fármacos, los alimentos procesados, el estrés, contaminantes y algunas enfermedades. Esto es relevante debido a que hace algunos años, se descubrió que desequilibrios en la población de bacterias intestinales podrían estar relacionados con el desarrollo de la obesidad. Lo que aún no está claro es que si los cambios en ella son parte de la causas o de los efectos de la enfermedad.
Lo que se ha observado es que una dieta alta en grasas, se asocia a un aumento en la filtración de células proinflamatorias en el intestino. Por otro lado, alteraciones en el conjunto de bacterias intestinales promueven la extracción y el almacenamiento de energía. Esto último sumado al ambiente proinflamatorio se relaciona con el desarrollo de insulino resistencia y con ella el aumento del riesgo cardiovascular.
Con la intención de contribuir al equilibrio de las bacterias intestinales se sugiere el consumo de probióticos y de prebióticos. Los probióticos son microorganismos que al ingerirse vivos y en cantidades adecuadas generan beneficios específicos en la salud del consumidor. Son en su mayoría bacterias fermentadoras productoras de ácido láctico. Mientras que los prebióticos son fibras (azúcares-almidones, polisacáridos, oligosacáridos), no digeribles por el ser humano, que estimulan selectivamente el crecimiento y desarrollo de bacterias beneficiosas para la salud.
En estudios animales se ha observado que la administración de probióticos Lactobacillus y Bifidobacterias reduce la permeabilidad intestinal y la inflamación. También, tendrían efectos positivos en el metabolismo de la glucosa como en el de las grasas y sobre el tejido adiposo Respecto al consumo de prebióticos, se ha observado un aumento en la sensación de saciedad, disminución en el almacenamiento de grasa en el hígado y mejoras en la sensibilidad de la insulina. Cabe destacar que los estudios que relacionan bacterias intestinales, obesidad, consumo de probióticos y prebióticos son aún muy recientes y escasos por lo que es un tema que requiere de mayor investigación y sobre todo en humanos.
Bibliografía